sábado

Más que todo solitarias.

A Amelie le gustan las calles frías y mojadas, pero más que todo solitarias. Bueno, en realidad solo le importa que estén solitarias, al fin y al cabo en Londres casi nunca hace demasiado calor.
Así que ese jueves Amelie salió a las calles y camino hasta encontrar esta soledad tan anhelada.

Cuando por fin la encontró, en medio de lo que pensaba era soledad, escucho a alguien correr. Y quedo perpleja; porque para aclarar, por supuesto que Amelie era una tonta paranoica que no paraba de temerle al dolor.
Un pequeño estruendo y rompió en llanto un pequeño niñito que caminaba sucio y arruinado por las solitarias calles de Londres, entonces Amelie corrió ayudarlo.
-No corras tan rápido- dijo Amelie con su voz tan llena de inseguridad, -lo lamento, es que no sé donde esta mi madre- menciono el torpe niño. -¿Hace cuanto no la ves?- le pregunto Amelie. -Hace...- y empezó a contar con sus pequeños deditos -1... 2.... 3...- susurraba el niño. -¿Tres? ¿Tres qué? ¿Horas? ¿Días?-. -Sí, hace tres. Tres años-. -¡Tres años!- grito Amelie.
El niño torpe rompió en llanto, mientras Amelie lo mira con cien emociones conjuntas en sus grandes ojos cafés.
-Ven- dijo Amelie.
-Pero...- replico en voz baja el niño. -¡Que vengas!- grito.
Y agarro al pequeño con sus manos y lo monto en su espalda.
"Sabes, cuando tenía tu edad, también perdí a mi madre. La diferencia es que yo solo la busque por tres, tres horas. Y me marche. Así que encontré una familia adoptiva y desde el jueves en que perdí a mi madre, he olvidado lo que es amar. Pero no dejare que tu olvides. Pequeño niño torpe".