martes

¡BOOM!

Todo se encontraba en silencio en esa cabaña abandonada al sur de Manchester.
Era una mierda, si que lo era. Era desesperante sentir aquel silencio tan tormentoso que agarraba tus entrañas y las retorcía dentro de ti.
Alan ya lo había decidido, ya no quedaba nada más que apretar el gatillo.
Se percibía un aire caliente, de ese que da asco y tristeza al mismo tiempo. Alan lloraba, lloraba desesperadamente, por sus mejillas no cesaban de recorrer las lagrimas saladas que provenían de sus ojos negros con pestañas alargadas.
Miedo, desesperación, tristeza y decepción. Esas eran las emociones que se podían rescatar del rio abundante de sentimientos que sentía Alan.
Ahora recuerda, los buenos momentos de su vida, que por cierto eran muy pocos, y aun así muy pocos para mencionarlos. Pero esto le hacía más daño, así que mejor recordaba los malos momentos, que eran muchos, y aun así muchos para mencionarlos.
Así que toma el arma, la carga y la apunta hacia su frente. "Perdóname Dios".
¡BOOM!
Y las aves que reposaban cerca se espantaron por tal estruendo.